El aislamiento térmico, la primera herramienta para garantizar la salud y el confort en un edificio
Pasamos más del 80% del tiempo en el interior de los edificios y, sin embargo, no somos conscientes de ello –el 50% de los españoles cree que está más de 10 horas al aire libre–. Los edificios son algo más que un espacio donde vivir; son lugares que habitamos y con los que interactuamos, afectando de manera directa a nuestra salud y confort. Los materiales con los que construimos, la orientación o las decisiones que tomamos con respecto a su distribución marcarán la relación del inmueble con sus habitantes, mejorando (o no) su calidad de vida. Pero quizá el vínculo más inmediato que identificamos cuando hablamos de edificios es el confort; en concreto el confort térmico o hidrotérmico.
Nuestro cuerpo es un organismo capaz de autorregular su temperatura: en caso de que haga calor, sudamos. Si hace frío, nuestro cuerpo pone en marcha un mecanismo de preservación del calor interno que consiste en una reducción del flujo sanguíneo periférico y que coloquialmente denominamos “tiritona”. Si comparamos la temperatura corporal media con la del entorno, vemos que hay una diferencia térmica, este es el grado de adaptación del organismo o bienestar térmico.
En la construcción tradicional, este confort o bienestar térmico no ha tenido en cuenta y es bastante habitual encontrarse con edificios que no son capaces de garantizar un grado de confort suficiente a sus habitantes o que, para lograrlo, necesitan de un elevado consumo energético, con el consiguiente impacto ambiental. Sin embargo, los nuevos modelos constructivos apuestan por la construcción de inmuebles con un elevado grado de confort y una baja o nula huella ambiental (bioconstrucción, passivhaus, EECN…) y abordan de manera efectiva esta relación del individuo con la estancia, incluyendo entre sus parámetros de medición aspectos biométricos.
Así nos lo explican Green Building Council España (GBCe), el Consejo General de la Arquitectura Técnica (CGATE) y AEICE Clúster de Hábitat Eficiente en el libro Edificios y Salud, un completo documento en el que han participado más de 70 expertos en 9 ámbitos diferentes; entre otros, iluminación, acústica, materiales, electroclima, calidad del agua y del aire, que impactan directamente en nuestra salud.
El documento, además, señala que para lograr un espacio saludable y que proporcione bienestar es imprescindible prestar atención al diseño y a los materiales. “Las buenas prácticas de acondicionamiento pasivo se convierten en una herramienta imprescindible para lograr estos objetivos”, señalan en su capítulo 1, Confort hidrotérmico.
Estas estrategias o buenas prácticas pasarían por:
- Aislamiento térmico adecuado
- Control de puentes térmicos
- Control de los niveles de ventilación
- Permeabilidad al aire
- Nivel de humedad interior adecuado
- Protección solar en verano
- Inercia térmica
- Control de los excesos térmicos
De esta manera, el aislamiento térmico se convierte en la primera herramienta para abordar una relación saludable y confortable entre los edificios y las personas que los habitan. El aislamiento térmico contribuye a mantener una temperatura interior agradable, sin incurrir en pérdidas energéticas. Así, se logra un elevado grado de bienestar con un menor esfuerzo económico y/o ambiental.
Además, gracias a la instalación del aislamiento térmico también se minimiza el riesgo de aparición de patologías asociadas al frío o a la humedad, como el moho, que pueden causar importantes problemas de salud a los individuos, así como dañar la estructura del edificio.
Esta combinación entre salud, confort y eficiencia energética es clave en la edificación del futuro, donde se busca construir edificios que integren esta “triada”. El libro Edificios y Salud puede descargarse en nuestra página web